Como una flor marchita. Si te confieso algo, prométeme que no me enjuiciarás en la horca. Comienzo haciéndote una pregunta: ¿alguna vez te ha pasado por la mente dejar este mundo? —me pregunta una amiga. Le respondí: Pues es una pregunta compleja, porque si te pones a ver, no es el hecho en sí, sino el fondo de ello. A veces, puede ser por la curiosidad de saber qué ocurre después de la muerte. O tal vez, por el deseo de desaparecer para no estorbar a nadie. O porque tu propio sentido egoico no te deja en paz: la idea de que no vales, de que nadie te quiere, de no saber quién eres ni cuál es tu propósito en el mundo. De tu simple… existencia. Son muchas interrogantes, ¿no crees? Fue entonces cuando me habló de su propia existencia. De mirarse al espejo y no encontrar el reflejo que esperaba ver. Lo que veía era su sonrisa borrada y una mirada triste, apagada. Una vez me contó que muchas veces quiso dejarlo todo y marcharse a un lugar donde nadie supiera de ella, pero consideró que no e...
En el anhelo de reconectar con mi esencia y construir algo nuevo, encontré este camino de autodescubrimiento. En lugar de ignorar mis partes fragmentadas, decidí desmantelar el viejo espejo que no reflejaba mi verdadero Yo!, enfrentándome a mis imperfecciones con el coraje necesario para encontrar belleza en ellas, lejos de la perfección y cerca de la aceptación. Abrazo mis grietas y las transformo en una narrativa más enriquecedora y completa...