L a única forma real de vivir La alquimia es el arte de la transformación, pero no de los metales—sino de uno mismo. Y si hay algo que la vida me ha enseñado, es que crecer duele. Que enfrentar nuestros miedos es como sumergirse en aguas profundas, sin saber si realmente podremos volver a la superficie. Que el autoconocimiento no es una revelación divina, sino un proceso incómodo, caótico y, en ocasiones, desgarrador. Durante años, me aferré a una versión de mí misma que creía inamovible. Pensaba que ciertas emociones, ciertas actitudes, ciertas heridas formaban parte de mi identidad y que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Me refugiaba en lo conocido, aunque lo conocido me doliera. Porque lo desconocido aterraba más. Pero la alquimia no sucede en la comodidad. Sucede en el fuego, en la destrucción de certezas, en el colapso de una vida que nos había sostenido hasta que, de pronto, dejó de hacerlo. Mi propia alquimia comenzó el día que me di cuenta de que había estado...
En el anhelo de reconectar con mi esencia y construir algo nuevo, encontré este camino de autodescubrimiento. En lugar de ignorar mis partes fragmentadas, decidí desmantelar el viejo espejo que no reflejaba mi verdadero Yo!, enfrentándome a mis imperfecciones con el coraje necesario para encontrar belleza en ellas, lejos de la perfección y cerca de la aceptación. Abrazo mis grietas y las transformo en una narrativa más enriquecedora y completa...