Ir al contenido principal

Alquimia

La única forma real de vivir

La alquimia es el arte de la transformación, pero no de los metales—sino de uno mismo. Y si hay algo que la vida me ha enseñado, es que crecer duele. Que enfrentar nuestros miedos es como sumergirse en aguas profundas, sin saber si realmente podremos volver a la superficie. 

Que el autoconocimiento no es una revelación divina, sino un proceso incómodo, caótico y, en ocasiones, desgarrador.

Durante años, me aferré a una versión de mí misma que creía inamovible. Pensaba que ciertas emociones, ciertas actitudes, ciertas heridas formaban parte de mi identidad y que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Me refugiaba en lo conocido, aunque lo conocido me doliera. Porque lo desconocido aterraba más.

Pero la alquimia no sucede en la comodidad. Sucede en el fuego, en la destrucción de certezas, en el colapso de una vida que nos había sostenido hasta que, de pronto, dejó de hacerlo. Mi propia alquimia comenzó el día que me di cuenta de que había estado huyendo de mí misma. De que el miedo era solo una barrera mental que me impedía ver lo que realmente había dentro de mí.

Transformarse no es un acto repentino. No es despertar un día y sentir que todo ha cambiado. Es un proceso de capas, de revelaciones sutiles, de pequeños momentos donde algo dentro de nosotros hace un "clic" y, sin darnos cuenta, hemos cruzado un umbral.

Lo curioso es que, cuando empiezas a cambiar, el mundo cambia contigo. Las mismas situaciones que antes parecían imposibles comienzan a resolverse. Las personas que no sumaban empiezan a alejarse. Y lo que antes parecía un laberinto sin salida, se convierte en un camino claro, uno que siempre estuvo ahí, pero que antes no podíamos ver.

La alquimia de la vida no consiste en volverse otra persona, sino en recuperar lo que siempre estuvo dentro de nosotros. En reconocer que somos el oro que buscábamos afuera. En entender que cada desafío, cada ruptura, cada miedo es solo un proceso necesario para pulir lo que realmente somos.

Así que sí. La transformación es difícil. Es incómoda. Es aterradora. Pero también es la única forma real de vivir. Porque quedarse igual no es una opción cuando sabes que hay una versión más auténtica de ti esperando ser descubierta.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Escuchando a mi niña interior

Un acto de valentía En algún rincón de mi alma habita  una voz que rara vez logro escuchar en medio del ruido cotidiano. Es la voz de mi niña interior, esa pequeña que aún me observa con ojos grandes y expectantes, preguntándose si he olvidado cómo reír sin reservas, cómo abrazar sin miedo o cómo soñar sin límites. Hoy quiero compartir su mensaje conmigo misma, pero también contigo, lector. Es una carta íntima que descubrí al volver a mirar al espejo del alma, rota en algunos pedazos, pero más auténtica que nunca. El mensaje desde dentro " Querida Jess, Te hablo desde lo profundo de tu ser, donde tus primeros sueños fueron sembrados. Soy esa niña que solía correr descalza, sintiendo la libertad como el único destino posible. No sabía lo que era el miedo al error, ni la ansiedad de no ser suficiente. Pero crecimos. Y aunque aún veo en ti chispas de esa esencia, también noto cuánto te olvidas de cuidarte. A veces te pierdes en la queja o te dejas atrapar por la incertidumbre. Deja...

El Ego: El huésped ruidoso que nadie invitó a la fiesta

Ah, el ego.  Ese compañero omnipresente que vive rent-free en nuestra mente, gritándonos que merecemos más: más likes, más atención, más validación. Claro, es fácil caer en su juego. A fin de cuentas, todos tenemos esa chispa interna que anhela reconocimiento. Pero, ¿alguna vez te has detenido a preguntarte: "¿Quién diablos dirige realmente mi vida? ¿Yo, o mi ego con sus delirios de grandeza?" Vamos a poner las cartas sobre la mesa y diseccionar este drama interno que todos llevamos dentro. Spoiler alert: no se trata de eliminar al ego, porque, digámoslo claro, no puedes simplemente sacarlo a patadas. Pero sí puedes invitarlo a sentarse tranquilito en la esquina mientras tú decides recuperar el control de tus decisiones. El ego, ese ‘rockstar’ del karaoke que no sabe cantar Imagínalo: estás en un karaoke y tu ego se sube al escenario, convencido de que es Freddie Mercury... pero suena más como un gato enojado. Así actúa en tu vida: grita, se asegura de llamar la atención y, a...

Salí de la crisálida

Me acostumbré a la soledad Hay cosas que no planeamos, hábitos que se instalan en nuestra piel como tatuajes invisibles. Me acostumbré a estar sola. A vivir sola. No fue una decisión deliberada ni un acto heroico de independencia. Fue un resultado, una consecuencia de circunstancias que nunca pedí, pero que acepté con una resignación disfrazada de fortaleza. Me acostumbré a no expresar mis emociones porque el mundo rara vez tiene tiempo para escucharlas. Me acostumbré a la nostalgia de mis padres, a ese vacío que se expande en las madrugadas donde el silencio se vuelve más cruel. Me acostumbré a resolverlo todo sola, a caminar sin compañía, a hacerme experta en la autosuficiencia porque el depender de alguien siempre pareció una debilidad.  ¡Qué absurdo concepto de fortaleza tenía! Me volví la persona que resuelve los problemas de los demás, pero que no tiene quien le pregunte cómo está. Me acostumbré a la incomprensión, a ese peso silencioso de sentirse invisible. Y lo peor no fue...