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La distancia como acto de amor propio

Cuando alejarse es lo más cercano que podemos estar de nosotras mism@s


¿Y si la distancia no fuera una pérdida, sino una declaración? Una declaración de claridad, de límites, de amor propio. Porque a veces, lo más sano que podemos hacer es alejarnos. De personas, de trabajos, de rutinas que ya no nos representan. Y sí, también de esa versión nuestra que se aferraba a lo que dolía “porque así toca”.

La ironía de lo que ya no queremos (pero seguimos tolerando)

¿Te ha pasado que te descubres justificando lo injustificable? —“Es que no es tan malo.” —“Ya cambiará.” —“Soy yo, que exagero.”

No, no exageras. Lo que pasa es que nos han entrenado para aguantar. Para quedarnos en lugares incómodos con la esperanza de que, mágicamente, se vuelvan cómodos. Como si el sofá roto fuera a repararse solo si nos sentáramos lo suficiente.

La ironía es que cuanto más aguantamos, más lejos estamos de nosotras mismas. Y ahí es donde entra el discernimiento: ese músculo emocional que se activa cuando dejamos de romantizar lo que nos desgasta.


Una experiencia muy Adoc con todo esto, fué el día que me fui sin drama (y fue glorioso)

Recuerdo una reunión de trabajo en la que mi cuerpo gritaba “sal de aquí” mientras mi boca decía “claro, lo hacemos”. Ese día no continúa …me fui. 

Sin gritos, sin explicaciones dramáticas, sin PowerPoint emocional. Solo dije: “Gracias, pero no.” Y fue glorioso. No porque el mundo se detuviera, sino porque yo dejé de detenerme a mí misma.

A veces, el acto más revolucionario es el más silencioso. No hace falta quemar puentes. Basta con dejar de cruzarlos.


¿Qué estás tolerando que ya no te representa?

Hazte esta pregunta con brutal honestidad. No con culpa, no con juicio. Solo con curiosidad radical.

  • ¿Qué conversaciones te dejan vacía?

  • ¿Qué compromisos aceptas por miedo a incomodar?

  • ¿Qué espacios ocupas por inercia, no por deseo?

Y lo más importante: ¿Qué pasaría si te dieras permiso de alejarte? 

No para castigar, sino para cuidar. No para huir, sino para elegir.


Discernir no es juzgar, es recordar quién eres

El discernimiento no es un juicio moral. Es una brújula interna que te recuerda lo que ya sabes pero a veces olvidas: 

Que tu energía es sagrada. 

Que tu tiempo es limitado. 

Que tu paz no es negociable.


Alejarse no siempre es fácil. Pero quedarse donde ya no hay crecimiento, tampoco lo es. Y entre el dolor de soltar y el dolor de sostener lo insostenible… ¿Cuál eliges?

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