Ir al contenido principal

Entradas

Me encanta el sonido de nadie hablando

Hay días en los que descubro que el silencio tiene un sonido propio.  No es vacío, no es ausencia. Es como un murmullo invisible que me envuelve y me recuerda que estoy aquí, presente, respirando. Me encanta el sonido de nadie hablando porque, en ese espacio, la vida se revela con una claridad que las palabras a veces enturbian. El silencio no siempre fue mi aliado. Durante mucho tiempo lo sentí como un hueco incómodo, como un espejo que me obligaba a mirarme demasiado de cerca. Quizás por eso lo llenaba con conversaciones innecesarias, con música a todo volumen, con la urgencia de estar ocupada. Pero un día, sin buscarlo, descubrí que el silencio podía ser un refugio. Y desde entonces, cada vez que lo encuentro, lo abrazo como quien se reencuentra con un viejo amigo. Cuando nadie habla, escucho cosas que normalmente pasan desapercibidas. El roce del viento contra las ventanas, el crujido de la madera, el latido de mi propio corazón. Son sonidos pequeños, pero juntos forman una sin...
Entradas recientes

La distancia como acto de amor propio

Cuando alejarse es lo más cercano que podemos estar de nosotras mism@s ¿Y si la distancia no fuera una pérdida, sino una declaración? Una declaración de claridad, de límites, de a mor propio. Porque a veces, lo más sano que podemos hacer es alejarnos. De personas, de trabajos, de rutinas que ya no nos representan. Y sí, también de esa versión nuestra que se aferraba a lo que dolía “porque así toca”. La ironía de lo que ya no queremos (pero seguimos tolerando) ¿Te ha pasado que te descubres justificando lo injustificable? —“Es que no es tan malo.” —“Ya cambiará.” —“Soy yo, que exagero.” No, no exageras. Lo que pasa es que nos han entrenado para aguantar. Para quedarnos en lugares incómodos con la esperanza de que, mágicamente, se vuelvan cómodos. Como si el sofá roto fuera a repararse solo si nos sentáramos lo suficiente. La ironía es que cuanto más aguantamos, más lejos estamos de nosotras mismas. Y ahí es donde entra el discernimiento: ese músculo emocional que se activa cuando de...

Incertidumbre o decepción

  ¿Qué duele más cuando algo se rompe? Hay momentos en los que la vida nos deja en pausa. No porque no sepamos qué hacer, sino porque no entendemos qué pasó. Una relación que parecía sólida se desvanece. Un proyecto que nos ilusionaba se diluye. Y entonces surge la pregunta: ¿Qué raya más, la incertidumbre de no saber por qué, o la decepción de que algo tan bueno se haya ido? La incertidumbre: el vacío sin respuestas Pero, ¿Qué raya más? ¿Qué hacer con eso? El silencio: ¿respuesta sabia o verdugo emocional? El silencio como respuesta sabia El silencio como castigo ¿Cómo navegarlo? La incertidumbre tiene filo. Es la ausencia de cierre, el eco de preguntas sin contestar. ¿Fue algo que hice? ¿Hubo señales que no vi? ¿Por qué no hubo una despedida clara? Nos deja atrapadas en el análisis. Nos hace dudar de nuestra intuición. Nos roba el descanso emocional. La mente busca sentido, pero no lo encuentra. Y en ese limbo, el dolor se vuelve difuso, persistente, casi existencial. La decepció...

Propósito y Sanar: Dos verbos que requieren movimiento

En los últimos años, los conceptos de “propósito” y “sanar” han ganado protagonismo... ...en conversaciones personales, espacios terapéuticos, y discursos públicos. Sin embargo, su popularidad ha traído consigo una cierta distorsión. Se han convertido en palabras que se repiten con frecuencia, pero que muchas veces se vacían de contenido. Se habla de propósito como si fuera una revelación mística, y de sanar como si bastara con desearlo para que ocurra. En este contexto, conviene detenerse y mirar con mayor profundidad lo que realmente significan, y lo que implican en la experiencia humana. Hablar de propósito no es hablar de una meta grandiosa ni de una vocación espectacular. No es necesario que esté vinculado a una carrera profesional, a un proyecto social, ni a una causa universal. El propósito, en su esencia, es una dirección interna. Es el hilo que conecta nuestras acciones con un sentido que trasciende lo inmediato. No siempre se presenta con claridad, y rara vez llega como una c...

Aprender a decir que no es ser valiente…

...Pero ¿Qué pasa cuando la culpa te machaca después? Hay una frase que escuché hace tiempo y que me pareció reveladora: “Decir que no es un acto de amor propio.” Y aunque la frase suena empoderadora, lo que viene después no siempre lo es. Hace poco viví una situación que me dejó pensando. Tuve que decir que no.  No a alguien que quería ayuda.  No a algo que, en otro momento, habría hecho sin pensarlo.  No, porque esta vez mi energía estaba por el suelo, mi mente saturada, y mi cuerpo pidiendo descanso.  Y lo dije. Con respeto, con honestidad. Pero luego… llegó la culpa. Esa culpa silenciosa, persistente, que no grita pero susurra:  “¿Y si lo necesitaba de verdad?” “¿Y si fuiste egoísta?” “¿Y si decepcionaste?” Y ahí estaba yo, atrapada en el bucle mental de quien quiere ayudar a todos, todo el tiempo. La madre Teresa de Calcuta versión emocional, pero sin milagros ni fuerza divina. Solo una mujer cansada, con la mala costumbre de olvidarse de sí misma. Sí, a...

Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse

Por supuesto. Porque cuando la vida te lanza al barro, lo más lógico es hacer un spa de lodo emocional Hay algo casi poético en la imagen de alguien revolcándose en el fango. No cayendo accidentalmente, no tropezando por error, sino eligiendo sumergirse en él. Como si dijera: “Ya que estoy sucio, ¿por qué no hacer una fiesta de mugre?” Y claro, porque todos sabemos que la mejor forma de limpiar una herida es frotarla con tierra. ¿Antiséptico emocional? ¿Para qué, si tenemos drama? Repetimos patrones. Nos metemos en relaciones que sabemos que nos van a romper. Volvemos a trabajos que nos drenan. Nos rodeamos de personas que nos hacen sentir como si fuéramos demasiado, o peor, como si no fuéramos nada. Y cuando alguien nos dice “¿por qué haces esto?”, respondemos con la elegancia de un filósofo en crisis: “Es que así soy yo.” Ah, claro. Porque la identidad se construye a base de heridas mal cerradas y baños de fango existencial. Revolcarse en el fango no es solo una metáfora. Es una p...

El silencio

Como una flor marchita. Si te confieso algo, prométeme que no me enjuiciarás en la horca. Comienzo haciéndote una pregunta: ¿alguna vez te ha pasado por la mente dejar este mundo? —me pregunta una amiga. Le respondí: Pues es una pregunta compleja, porque si te pones a ver, no es el hecho en sí, sino el fondo de ello. A veces, puede ser por la curiosidad de saber qué ocurre después de la muerte. O tal vez, por el deseo de desaparecer para no estorbar a nadie. O porque tu propio sentido egoico no te deja en paz: la idea de que no vales, de que nadie te quiere, de no saber quién eres ni cuál es tu propósito en el mundo. De tu simple… existencia. Son muchas interrogantes, ¿no crees? Fue entonces cuando me habló de su propia existencia. De mirarse al espejo y no encontrar el reflejo que esperaba ver. Lo que veía era su sonrisa borrada y una mirada triste, apagada. Una vez me contó que muchas veces quiso dejarlo todo y marcharse a un lugar donde nadie supiera de ella, pero consideró que no e...